junio 26, 2015

Hanakotoba

Exposición no. 2.- Hanakotoba. Exposición individual de Adriana Maar, pintura. Del viernes 26 de junio al viernes 14 de agosto de 2015.

El artista es el confidente de la naturaleza, las flores llevan a cabo diálogos con él a través de la agraciada flexión de sus tallos y los matices armoniosamente matizados de sus flores. Cada flor tiene una palabra cordial que la naturaleza dirige hacia él.

Auguste Rodin

El set de pintura reciente de Adriana Maar compone una meditación tipológica de imágenes inscritas en una línea de abstracción muy particular. La artista incorpora a la impresión altamente reductiva de los contenidos formales, un aspecto empático que genera en la representación un enunciado sutil acerca de los afectos. Cada pieza de la serie explora y desarrolla una elección de color, una especie de flor y una experiencia sentimental. El resultado de la visión del encadenamiento de cuadros –la mayoría de ellos presentados en piezas unitarias y otros en políptico- se cumple en términos de un gradiente rítmico que alude al espectro de frecuencia lumínico-cromática del fenómeno del arco iris.

Por otro lado, la interrelación estructural que manifiestan las pinturas funciona en el sentido de lo que fue planteado en el campo abstracto desde la época vanguardista, concretamente en la poética neoplasticista de Piet Mondrian, es decir, que lo que se ve en un lienzo es, simultáneamente, una imagen fragmentaria de un cosmos inmenso e inabarcable y una superficie total en sí que da cuenta de un universo de orden.

Esta condición de estructura visual -al mismo tiempo elemental y consumada- es aún más evidente toda vez que el motivo icónico propuesto por Adriana Maar, una elegante urdimbre de bandas de energía en juego con patrones de módulos florales sintetizados gráficamente, está organizado en un acabado de flujos de color hard edge. La lisura inmaculada manifiesta en los arreglos compositivos da lugar a la aparición métrica de los estriados, que proveen a las piezas de una diversidad de temperaturas ópticas y de un carácter abiertamente logotípico.

El enunciado discursivo lleva al espectador del imperio del rojo quemado al del magenta, de la alusión a la Lily a la de la Azalea y desde la referencia del odio hasta la de la paciencia, desplegando el efecto de algo así como una oración estética pro-industrial (vinculada a una sensibilidad en la esfera del diseño) o de un mantra pattern & decoration contenido y muy estimulante.

Extrañamente, el set pictórico de Adriana Maar también parece una confesión personal transferible a la subjetividad de cualquier espectador: es una breve plataforma de imágenes en red con el pop, que traduce –como hizo Roy Lichtenstein con sus Brush strokes, que trasladaron a la representación de la textura mecánica del offset la marca de unas pinceladas gestuales- la experiencia melancólica y gozosa de observar un arco iris fenoménico o interior a una versión geométrica e impersonal de la misma.

En el trasfondo del discurso articulado por la artista en esta obra, subyace una sugerente proposición que da sentido –quizás- al enunciado de educación sentimental que parece movilizar la producción de las pinturas: el enamoramiento, el amor verdadero, la felicidad y el adiós (y los colores y las flores que los refieren), son experiencias límite que esconden la fuerza de otras fronteras del devenir vital tal vez más poderosas: La turbulencia caótica de todo principio y la iluminación misteriosa de la templanza.

Erik Castillo
Crítico de arte

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